La democracia liberal que está atravesando un evidente decrépito.......
De teatralización política calificaba, esta misma tarde, un catedrático de derecho político en un medio de comunicación lo que está aconteciendo en España. Sin embargo, para el común de los ciudadanos, esto que acontece , no es una teatralización y si, una tragedia, social y económica. ¿Cuántos cientos de millones de euros nos va a costar esta teatralización de los políticos?. Además, más grave todavía, está la degradación de la convivencia que lleva emparejado. ¿Cómo nos resarcirán de todo ello esos individuos que akupan las instituciones políticas y todos los adláteres que les rodean?. No lo harán. No solo no lo harán, si no que, lo más seguro, es que se repartan ventajas a cuenta de nuestro esfuerzo fiscal. Las instituciones política están preñadas de gentes lerdas, que han ido a parar a la política por su dificultad para abrirse camino en otras actividades, y esa carencia condujo a una situación de deterioro mayúscula. Resulta patético escuchar las intervenciones públicas de estas gentes. Cuando un político bien formado e informado habla, se le entiende todo lo que dice y emana seguridad. Lo hace con un uso correcto de la lengua, sin estridencias, sin exabruptos, sin falsear la verdad, con respeto; pero eso es la excepción, estos son la minoría. El resto, con un lenguaje bronco, tosco, falaz, lo que trasmiten, además de su manifiesta incapacidad, es odio hacía los que piensan y se sienten diferentes. Así es como se arriba a situaciones como la que, en estos momentos, nos asola en España.
Cabe preguntarse ¿Por qué acontece esto? La razón hay que buscarla en los sistemas políticos imperantes en Occidente, la democracia liberal que está atravesando un evidente decrépito. Si las gentes que administran, desde las entidades del Estado, estos sistemas políticos no alcanzan el nivel adecuado, recurren al barriobajismo y es esta metodología la que termina imperando dejando al margen los principios y valores propios de una Democracia. Se pueden escribir renglones y renglones acerca de circunstancias que ponen de manifiesto lo deteriorada que esta la Sociedad como reflejo de estas democracias de bajo nivel. Yo relataré solo una de esas innumerables circunstancias, pues considero que deja bien clara la dolosa situación de nuestra Sociedad. Un docente explicaba a otra persona que había tenido un mal día, consecuencia de un incidente experimentado en el centro. Un niño de ¡! Seis años!! que pega a los educadores, había pegado a uno de ellos; cuando la madre vino a recogerlo, se sinceró con el tutor, reconociendo que el tal niño ¡! Seis años!! también le pega a ella. Muchas y variadas leyes disponen los países que viven bajo estas democracias liberales decrépitas, y estas, las leyes y sus administradores, no solo no evitan este tipo de inconcebibles hechos, si no, que los favorecen desautorizando a sus padres para reprender convenientemente actuaciones tan singulares, bajo la bandera de defender la libertad del niño. Los Estados se reservan el derecho a la coacción, incluso utilizando la violencia; sin embargo, ese derecho aplicable individual y colectivamente por el Estado, les ha sido sustraído a los progenitores con carácter general, dejándolos a los pies de los caballos de sus vástagos, quienes en ocasiones, no dudan en amenazar a sus padres con denunciarles si estos intentan limitar actuaciones que consideran negativas para la formación del vástago. El padre, al igual que el educador, deben conducir al educando por la buena senda, pero sin más armas que el potencial convencimiento; es decir, un imposible en muchos, cada vez más, casos.
Si se fijan, esto mismo acontece en el contencioso de Catalunya. El gobierno, en tanto que ejecutor de la coacción del Estado, debe reconducir la anómala actitud de esa mayoría de catalanes díscolos, pero debe hacerlo con mimo, sin estridencias, sin aplicar la fuerza y mucho menos la coacción violenta, que aunque le está reconocida, como la potestad al padre, la Sociedad no lo entendería bien. Es decir, dialogando, que traducido quiere decir, haciendo concesiones discriminatorias con respecto a los ciudadanos que no son díscolos. Si los catalanes díscolos tienen razón, déseles y a otra cosa; si no lo tienen, coaccióneseles para que se avengan y hágase con la contundencia que la Ley permite y que el grave caso requiere. Todo lo demás es pasteleo, que es la mayor virtud de la mayoría de catalanes.
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